Por: Otra Morra Disidente

En la Ciudad de México, un grupo de activistas lanzó brillantina rosa al titular de la Secretaría de Seguridad Pública a fin de exigir justicia frente a las denuncias por violencia sexual contra policías de dicha corporación.

La manifestación fue convocada después de que cuatro uniformados fueran acusados de violar a una adolescente en Azcapotzalco, sin que al momento exista imputación directa; por el contrario, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum (Morena), calificó el baño destellante como una provocación y advirtió que se abrirían carpetas de investigación en contra de las responsables. Como si la diamantina fuera más urgente que la desaparición de niñas y mujeres, los delitos sexuales, los feminicidios y en general, del aumento en la violencia feminicida. La criminalización del ejercicio de la protesta.

La funcionaria capitalina es una de las -no pocas mujeres- en cargos públicos que forma parte de un fenómeno que decepciona. Y es que, bajo la premisa de que las mujeres tenemos derecho a la igualdad de representación en la política, se han estado implementando medidas para alentar la participación del género femenino en un ámbito históricamente dominado por los hombres.  

En los últimos años, leyes y acciones afirmativas derivadas del principio de paridad de género han reducido significativamente la brecha entre varones y mujeres en la vida pública, pero detrás de este discurso mamalón, existe una democracia paritaria que aún queda mucho a deber en términos de funcionalidad. 

Los instrumentos legales para feminizar la composición de los Congresos y Ayuntamientos parten de un acceso equitativo de mujeres y hombres a las candidaturas a cargos de elección popular, lo que ha redundado en que las y los votantes encontremos cada vez más nombres femeninos en las boletas. Hay incluso asociaciones civiles impulsando una iniciativa que pretende obligar a las autoridades electas a conformar gabinetes paritarios con la designación de igual número de funcionarias y funcionarios al frente de las secretarías.

Sin embargo, las declaraciones de Sheinbaum ponen de relieve que, mientras siga ponderándose la participación de la mujer de manera cuantitativa y no cualitativa, los actos y omisiones que históricamente han derivado en violencia política, institucional, sistémica y social hacia las mujeres, continuarán replicándose como una constante en los tres poderes y en los tres niveles de gobierno.

En lo personal, mientras intento convertirme en una feminista congruente y consistente con los ideales de este movimiento, la conciencia  me impide exhortar a las mujeres a que voten por otras mujeres, a riesgo de que mis congéneres con poca o nula perspectiva de género, quienes muchas veces se confeccionaron con el feminismo un traje a la medida de caprichos político electorales, no hagan nada en favor del sector de la población al que pertenezco desde los cargos que ellas detentan. 

Queda claro que no basta con tener autoridades no hombres para desaparecer el sesgo patriarcal y para muestra basta un botón: por primera vez en la historia política de Aguascalientes, el Congreso del Estado -de mayoría panista- con la LXIV Legislatura pomposamente llamada “de la paridad de género” no se ha distinguido por un mejor trabajo legislativo en favor de las aguascalentenses. ¿Dónde está el aborto legal, seguro y gratuito?

Estoy en franco desacuerdo con que se celebre que cada vez más mujeres tengan acceso al poder, si no lo utilizan para bien representarnos. El debate va más allá de la genitalia, de las hormonas, de los paradigmas sexogenéricos.

Tal vez a nuestra democracia le venga bien un baño de diamantina rosa. ¿Porqué no?