Desde 2010, la Secretaría de Cultura federal a través de la editorial Tierra Adentro y la Secretaría de Cultura del Gobierno de Colima, han convocado al Premio Nacional de Cuento Joven Comala; en esta edición 2019, la hidrocálida Dahlia Guadalupe de la Cerda Ulloa es la ganadora por su obra “Perras de reserva”, con quien tuvimos una charla en casa mostrando su emoción y asombro por haber logrado ser seleccionada de entre casi 120 trabajos enviados de todo el país.

Dahlia es una joven activista feminista reconocida por la defensa de los derechos de las mujeres, pero también es una escritora aguerrida que ha luchado durante los últimos casi cuatro años por posicionar su literatura en la entidad y en la región, “es uno de los premios más populares porque la mayor parte de las personas que han ganado es como un boom, de ahí los llaman a editoriales grandes o sus libros son republicados por una editorial grande. Yo ya estaba esperando la convocatoria, ya tenía el manuscrito preparado, lo había estado trabajando durante bastante tiempo, estaba convencida del orden, la estructura que tenía el libro y en cuanto salió la convocatoria les di la última revisada y lo mandé”.  

Confesó que la emocionante llamada de “ganaste el Premio Comala” no podía creerla, incluso googleó el número del que le llamaron para corroborar que era de la Secretaría de Cultura, “Estaba en mi casa viendo Rica, famosa, latina y de repente me llaman por teléfono, me dicen que me hablan de la Secretaría de Cultura para avisarme que había ganado el premio, yo pregunté ¿es en serio? me dijeron que no podía hacerlo público hasta que salieran los resultados oficiales el siguiente domingo. Yo estaba súper feliz pero no podía publicar nada ni decir nada”.

Proceso de creación (mutación)

Perras de Reserva nació de un largo proceso de creación, inició con la beca del PECDA en 2015, su idea era escribir cuentos que contaran historias de mujeres asesinadas en México, sin embargo -según lo detalla la autora- la recomendación de la tutora fue evitar que cayera en la literatura panfletaria, toda vez que había leído a muchas feministas que trataban de visibilizar las problemáticas que vivimos las mujeres pero caían en el panfleto y ya no se distinguía si era cuento o sociología. “Empecé a hacer una investigación y el proyecto mutó y se convirtió en muertes relacionadas con el género, no solo sobre feminicidios. Empecé un poco con mujeres con  trastornos de la conducta alimentaria, aquellas que se suicidan por la violencia que viven con sus parejas (…) hice unos 10 cuentos, aunque había unos que no me convencían”.

Posteriormente llegó la segunda beca ahora del FONCA, que tenía el objetivo de escribir sobre mujeres en prisión, pero de igual forma el tutor recomendó no caer en la sociología y mejor tratar con cuentos sobre la criminalidad femenina, sobre mujeres abyectas que se salen del canon de la buena mujer. Así fue como comenzó a buscar arquetipos y a crear nuevos cuentos. “Ya con la beca actual que gané sigo trabajando sobre esa misma línea y de todo este trabajo de 3 años seleccioné los cuentos que estaban mejor logrados, que tenían la misma estética, los acomodé y mandé. Son 11 cuentos que narran historias de mujeres que están en la periferia, en los bordes, no solo de las ciudades sino de la feminidad, y todos tienen una propuesta estética que están narrados en primera persona”.

-¿Qué significa para Dahlia pasar del activismo feminista a la literatura?

“Me interesaba mucho posicionarme como escritora, porque la final la literatura es lo que me ha estado redituando económicamente los últimos años, me interesaba profesionalizarme y para ello necesitaba que me publicaran para tener legitimidad porque ya la tenía en el activismo pero no me quería quedar ahí, finalmente mi oficio es escritora. Estoy satisfecha con el reconocimiento a mi trabajo y a este tipo de literatura que tiene un posicionamiento político. Reflejo claramente mi postura política no solo respecto a las mujeres sino a la clase, a la raza, a la misma narrativa que siempre ha sido desde la hegemonía, blanqueando a los personajes, y mi literatura es todo lo contrario”.

Una situación que confesó le dio mucho más satisfacción fue que en el jurado se encontra Orfa Alarcón, autora abiertamente antifeminista que ha criticado severamente al movimiento, “yo tenía miedo que mis textos fueran panfletarios pero el hecho de que alguien que sea abiertamente anti feminista considerara mis textos fue como una estrellita porque quiso decir que no eran eso que no quería que fueran”.

No todo ha sido miel sobre hojuelas, antes de este premio sus cuentos fueron “bateados” de otras dos convocatorias, sin embargo, Dahlia señala que en lugar de afectarle la hizo mejorar para esta convocatoria, “cada vez yo revisaba cada cuento, los acomodaba, y finalmente me di cuenta de los errores. Traté en esta antología de abrir con un cuento redondo para demostrar que sí sé trabajar, sé de estructuras literarias pero que el narrarlas así es una propuesta estética”. El primer cuento es totalmente anecdótico, el personaje es importante pero lo es más la anécdota.

“En general tomé todos los consejos que me dieron las tutorías, con las becas y las que tuve en el Encuentro de Narradores con Hilario Peña, respecto a la técnica narrativa que estoy empleando. Sí fue un trabajo de estarlos tallereando y escuchar los consejos de las personas aunque a veces no me  gustaban la verdad, sobre todo cuando yo era feminista aguerrida y que me dijera que estaba cayendo en el panfleto y a los lectores no les interesa tu ideología política, eso me ofendía mucho al inicio, pero fue un proceso de transformación personal incluso”.

Criticada pero realista

Dahlia de la Cerda reconoce que cuando inició a escribir era de la ala más radical del feminismo, con una postura de publicar de manera autónoma, en alguna editorial independiente autogestivo, “no quería sacar dinero de lo que escribía como no cobraba en el activismo pero conforme fui cambiando la postura entendí al activismo como un trabajo que me lleva 12 horas diarias y aprendí a pedir lo que necesitaba para poder seguir  incidiendo políticamente. Esto lo trasladé a la literatura como un trabajo que necesita ser remunerado”, Esta postura le ha sido muy criticada y considerada como mercenaria por lucrar con la literatura, pero subraya que principalmente las mujeres estamos acostumbradas a dar todo tipo de trabajos gratis y actuar de esta forma es una manera de generar un poco de justicia.