Desde que terminó el verano, las noticias sobre protestas en el sur del continente americano no han cesado. Noticias más visibles como las de Ecuador y Chile, algunas con menos reflectores como las de Haití. ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? ¿Tiene que ver con lo que sucede en mi día a día?
La identidad latinoamericana en nuestras mentes y en el recuerdo que tenemos de nuestra historia se ha visto, en la mayoría de los casos, interrumpida pero eso no significa que no existan lazos que nos conectan, estemos conscientes de ellos o no. De forma concreta, uno de los vínculos innegables es la creación de regímenes que impusieron el control socio político que permitía la implementación de una nueva etapa económica: el neoliberalismo.
En la mayoría de los países sudamericanos, las dictaduras fueron el común denominador: Rafael Videla, Augusto Pinochet, Guillermo Rodríguez Lara, François y Jean Claude Duvalier, Alfredo Strossner; son algunos de los nombres que marcaron al continente.
Cada país tiene una historia de horror, todas comparten el uso de la fuerza del Estado contra la población civil (cometiendo graves violaciones a derechos humanos como la desaparición forzada o la ejecución extrajudicial) para controlar a partir del terror, así como la implementación del neoliberalismo como política económica. En algunos países -como México- esto significó dejar de lado el modelo de sustitución de importaciones, y una modificación importante en la forma de vida de las personas. Es importante mencionar que en nuestro país no hubo golpe militar, pero sí un régimen político que también utilizó la fuerza del Estado para el cambio de modelo.
¿A casi 40 años esto cómo nos afecta?
Podremos hacer las comparaciones entre las generaciones de nuestras familias para identificar algunos de los cambios, casi como test de revista: ¿Cuántos y quién tiene o tuvo trabajo con prestaciones (contrato que no se renueve cada año, servicio médico, vacaciones pagadas, jornada de 8 horas)? ¿Cuántos días comíamos y comemos carne de res, pollo o cerdo? ¿Cuántos y quién tiene casa propia (no rentada e idealmente con el crédito ya pagado y sin hipoteca)? ¿Cuántas veces el recibo de luz, agua o gas no nos ha sorprendido por el monto al sentir que es mayor que nuestro consumo?
Estamos hablando de cuestiones esenciales: trabajo, casa, comida, lo indispensable. Podríamos hacernos más preguntas y tratar de responder honestamente para identificar que estos derechos humanos, se han convertido en un lujo, que dependen hoy de la capacidad de pago. Y aclaremos algo, aunque uno trabaje más de 12 horas, no siempre es suficiente. Esos son los cambios que se han dado en las últimas décadas, son los que han hecho salir a las personas a la calle, en el ejercicio del derecho a la protesta (reconocido internacionalmente desde 1966), ante modificaciones que parecían puntuales pero que en realidad representan la profundización de una herida de 40 años.
Recordemos algo más sobre la vida digna y los derechos humanos que la sustentan. No son prerrogativas, ni dádivas, son producto de la organización y el reclamo de la gente. Por ello, aquello que se logre en estos países, lejanos y cercanos a la vez, puede sentar un precedente para todos, incluso para nosotros.
¿Qué condiciones de vida crees que deberían mejorar en este país? ¿Qué harías para que se hicieran realidad?
Laura Freyermuth
Defensora de Derechos Humanos
@LauFrey
Foto Alejandra Morales